Nace en Madrid en abril de 1967.

Desde muy niño la literatura lo atrapó. Todavía recuerda, como si las tuviera delante, las lecturas de los primeros años de colegio: Platero y yo, Pinocho, El Principito, Cuentos de Andersen y de los hermanos Grimm, Tom Sawyer, La isla del tesoro, Alicia en el país de las maravillas, Peter Pan, Viaje al centro de la Tierra, La Odisea... Le fascinaba leer, meterse en aquellas aventuras. Al mismo tiempo, empezaba a escribir sus propios cuentos. Los profesores y los compañeros de clase se lo decían: vas a ser escritor.

De la infancia recuerda muchas cosas. De hecho, siente que siempre lo acompaña. Recuerda aquel continuo asombro por la realidad y por las posibilidades de la imaginación. En concreto, recuerda aquellos barrizales que debía atravesar para llegar al colegio en los días de lluvia. Y aquellos charcos en los que le encantaba meterse con sus botas de agua y un buen palo.

También recuerda el nombre y las manías de sus profesores. Por todos siente un gran afecto y un sincero agradecimiento. También, de alguna forma, el adolescente que fue pervive en él. Un joven lleno de ansias infinitas. Un solitario devorador y creador de historias de intriga, misteriosas, fantásticas. De aquella mirada y de aquellas obsesiones surgieron, muchos años después, novelas como Ellos, La última bruja de Trasmoz, El e-mail del mal, Las sirenas del alma, No digas que estás solo...

Se hizo filólogo. No hubo otra opción. Filólogo significa "que ama la palabra". Y él entendía el mundo en clave de palabras. No pudo ser otra cosa. Quería, necesitaba la formación filológica para ser el escritor que se había propuesto.

Ya nunca dejó de escribir. Tampoco de impartir clases de Literatura en distintos Centros Universitarios e Institutos.

No hay día en que no se encuentre, frente a frente, con la Literatura. Desde cualquier perspectiva, le fascina. Pero, claro, la que más le atrae es la de contar historias. Pequeñas mentiras que desvelen grandes verdades. Sueños que terminen creando la realidad. Necesita escribir. De lo que sea. De risa o de miedo. Para niños o para adultos. Poesía o teatro. Da igual.

A veces llegan los premios. En el 2009 obtuvo, casi a la vez, el Premio La Galera y el Premio Ciudad Jaén de Literatura Juvenil. El jurado del primero lo forman más de doscientos jóvenes de toda España. El segundo, un grupo de escritores y críticos. Los premios, sean como sean, están bien. Indican que vas por buen camino. Pero lo importante es seguir escribiendo.

Lo hará mientras tenga algo que decir. Es decir, mientras siga vivo.